Recuperado del cáncer, del coronavirus y de la depresión, el veterano artista popular registra y grafica con su hija Valeriana la tragedia y las esperanzas que se vive en el mundo en medio de la emergencia sanitaria. Las versátiles tablas del pueblo de Sarhua, en Ayacucho, narran esta historia de vida.
Se leen de abajo hacia arriba. El tronco rústico de la tabla de Sarhua amarra el techo a dos aguas de una casa y marca el sentido de la lectura. Se escribe la dedicatoria, luego el retrato de los dueños de casa. Las grecas separan las diferentes escenas, sucediéndose los padres que donaron el terreno, los hermanos y cuñados, luego las imágenes de la fiesta con cargadores de chicha y bailarines. En lo alto, el sol reconoce a la comunidad que colaboró en la construcción. Esa es la función original de las tablas de Sarhua: consolidar y reconciliar a las familias de este orgulloso pueblo de Ayacucho.
En estos días, sin embargo, son otras historias las que cuentan las tablas.
Tiempo de plagas
En las noches siguientes al pasado 15 de marzo, cuando el presidente Vizcarra anunció el estado de emergencia, don Primitivo Evanán Poma (Sarhua, 1944) no podía dormir. Le asaltaban pesadillas cuajadas cuarenta años atrás, cuando la empresa comunal que él impulsaba en Sarhua fue destruida por Sendero. Su vida estaba amenazada, pero pudo esconderse y huir. Ahora se pregunta cómo escapar del enemigo cuando no se le puede ver.
La pandemia ha golpeado duramente a la familia Evanán. Tuvieron que cerrar su tienda en Miraflores, cancelar exposiciones pactadas, así como su participación en la feria Ruraq Maki. Sentían que todas las puertas se cerraban, mientras los ahorros se iban acabando. “Veíamos entre nosotros las caras tristes, tantos afectados, tantas muertes”, clama el artista. Mientras tanto, su cáncer de próstata recrudecía.
Su hija Valeriana compartía su insomnio. “Con mi padre enfermo, como Jesucristo cuando lloró sangre, yo rezaba”, recuerda. Gracias a la solidaridad familiar se pudo conseguir el dinero para la operación de Primitivo, programada para el 25 de junio pasado. Tres días antes, el ministro de Cultura, Alejandro Neyra, visitó el taller para darles ánimo. “Usted es alguien importante para la cultura peruana”, le dijo. Recorrió con él su taller y se fue con la promesa de gestionar una pensión de gracia. Para Primitivo, la visita le inyectó optimismo.
Sin embargo, un microscópico obstáculo apareció: listo para entrar a cirugía, su prueba molecular dio positivo al COVID-19 y Primitivo fue devuelto a casa. Enfrentando otro mes de cuarentena, se sentía encarcelado, renegaba pensando que era el fin del mundo, confiesa. Para tranquilizarse, leía la Biblia de su hija.
Su familia vivía la angustia de otra manera, preguntándose si Primitivo resistiría un mes más. Valeriana reconocía en su padre los síntomas vistos décadas antes, cuando los terroristas lo amenazaron de muerte y tuvo que escapar a Lima con una maletita. La depresión le había molido el cuerpo entonces, y lo mismo veía ahora. Mientras tanto, continuaban perseverando en su arte aunque tras la emergencia sanitaria sus ventas se habían reducido a una décima parte. “No podemos trabajar en otra cosa. Esto es lo que nos nace del corazón”, dice ella. Felizmente, hierbas curativas, vitamina C y una dieta drástica lo mantuvieron con fuerzas para entrar al quirófano.
Representar el mal
El día de esta entrevista coincidió con el primer paseo por el jardín de don Primitivo, tras dos semanas de descanso posoperatorio. Padre e hija me contaron esta historia con abundancia de fechas y datos. No es casual: todo lo que narran ya lo han plasmado antes en sus tablas. Para Primitivo y Valeriana Evanán, plasmar la crónica de cómo enfrentaron la enfermedad es solo un capítulo nuevo en el trabajo de toda una vida, como lo hicieron en la serie “Piraq Kausa”, sobre la violencia terrorista en Sarhua, o sus trabajos sobre la migración y la discriminación en la ciudad. Ahora, ya no se trataba de registrar la construcción de una casa en Sarhua, sino los días resistiendo en familia, atentos a los mensajes del presidente por televisión, recordando la visita del ministro al taller, pintando a Primitivo y a muchos peruanos en camas de hospital. Al dibujo en las tablas suman cuadros informativos, anotan fechas, repasan los primeros países afectados, citan las alertas de la Organización Mundial de la Salud, incluso pintan al murciélago que inició toda esta historia.
“Ahora estoy con la mente positiva”, afirma Primitivo, compartiendo los muchos proyectos que quiere retomar: una nueva serie de tablas, una colección de cuadros de gran formato, hacer un libro y volver a Sarhua a enseñar a su pueblo. Ya recuperado, don Primitivo agradece a tantos amigos que se solidarizaron con él. “No hay mal que dure cien años”, dice este hombre sabio, inquieto y fortalecido.
El dato
La familia Evanán ofrece en las redes sociales mascarillas elaboradas por artesanos sarhuinos. Más información en el teléfono de la Asociación de Artistas Plásticos de Sarhua: 97685-1325.
Fuente: Diario El Comercio